A 90 años del golpe de marzo de 1933. Primera parte.

Escriben: Luana Sosa y Maximiliano Santos | Integrantes de la brigada Julio Castro

Introducción

Se cumple 50 años del golpe que en 1973 llevaría a transitar a la sociedad uruguaya una larga dictadura cívico-militar. A su vez, cuatro décadas antes se sucedió un golpe de Estado que aún en el imaginario se presenta como poco relevante, llevando a ser un período no tan estudiado.

Es así que nos proponemos, sin grandes pretensiones, poder hacer una presentación del contexto del golpe en esta primera parte y en una segunda entrega poder enfocarnos en la presentación de un análisis sobre el hecho desde las páginas del periódico del Partido Socialista, El Sol.

La crisis de 1929 y su impacto en Uruguay

Internacionalmente el momento que tratamos de ilustrar se da en el marco de una crisis económica que explotó en octubre de 1929, con la quiebra de la Bolsa de valores de Nueva York, y que inmediatamente se fue extendiendo a lo largo y ancho del mundo occidental. Uruguay no fue la excepción impactando de una manera fundamental para explicar en parte lo que se desató en 1933. Esto no quiere decir que la economía en que se habían desarrollado las reformas del primer batllismo hacia fines de la década del 20 fuera satisfactoria.

Para los países periféricos que exportaban materias primas como Uruguay, el crack del 29 que comenzó en Estados Unidos, impactó sobre volumen y el precio de nuestros productos exportados, así como en la falta de capitales extranjeros para la inversión en estos países.

Según el cuadro que presenta Nahum[1] en uno de sus libros, la caída de los precios internacionales de los productos que nosotros exportamos cayeron significativamente entre 1929 y 1932: en el caso de la lana un 72% y en el de la carne de frigorífico un 53%. Esto, junto a otras cuestiones llevó a la desvalorización del peso uruguayo así como, en consecuencia, a un aumento del costo de vida, disminución de los ingresos de comerciantes importadores y desempleo.

La elección de Terra y la conformación del Consejo de Administración

1930 fue un año de elecciones cargadas con la gimnasia demostrada en los años 20 tras la vigencia de la Constitución de 1919. Fue la primera elección presidencial sin que gravitara José Batlle y Ordóñez, enunciando este hecho llevaría a una división dentro del batllismo representado por los candidatos Gabriel Terra en un lado y Federico Fleurquin sostenido por los hijos de Batlle.

Más allá de la victoria del primero, el Consejo Nacional de Administración que era la otra cabeza del Poder Ejecutivo y que se encargaba de los asuntos económicos y financieros, así como cuestiones secundarias del Estado, estaba dominado por el batllismo pero con grandes disonancias de la visión del Presidente.

Los grupos de presión económica y los conservadores 

Antes de la asunción, los grupos que fueron aflorando como críticos ante las políticas del batllismo, se unificaron en el Comité de Vigilancia Económica para presionar un cambio de orientación en las políticas llevadas por el gobierno. La Federación Rural del Uruguay junto a otras gremiales del agro, la industria y el comercio que se juntaron allí, orientaron su campaña en contra del Consejo de Administración y las políticas “socializantes” impulsadas por el batllismo en ese órgano que orientaba las funciones económicas y financieras del Estado.

Junto a la crisis económica señalada más arriba y acciones como la creación de la Administración Nacional de Combustibles, Alcoholes y Portland (ANCAP) acompañada por la mayoría nacionalista y parte del batllismo en 1931, es que este grupo así como los capitales extranjeros encuentran en la figura del Presidente que también es critico de las políticas, alguien que efectivice sus reclamos.

El golpe marzista

Tras la iniciativa de Gabriel Terra, Luis Alberto de Herrera y Pedro Manini Ríos (riverismo colorado) presentaron sus apoyos en el verano del 33, en el entendido de que un golpe de timón era necesario. Para el 30 de marzo el presidente Terra envió un mensaje al parlamento en el que establecía “…una serie de medidas extraordinarias adoptadas para evitar los sabotajes, crímenes  y desórdenes que, según él, se producirían aprovechando un acto político anunciado para el 8 de abril…”[2].

Tras la votación para levantar las medidas del presidente constitucional desde el primero de marzo de 1931, el 31 de marzo de 1933 disuelve las cámaras legislativas y convoca una convención constituyente que reforma la Constitución y lo nombra Presidente de la República desde el 19 de junio de 1934 hasta el 19 de junio de 1938. 

El golpe de Terra vino a producir un corte en el clima de liberalismo político que respiró el país en los primeros treinta años del siglo. Aunque el nuevo régimen no ilegalizó los partidos políticos, ciertamente limitó la libertad de reuniones y de prensa. Generó una campaña propagandística que pretendía situarse como “leve”, pero llevando a cabo una violenta represión tendiente a desarticular los sectores más organizados de la oposición. Desde ahí, vemos claramente la cara del régimen: deportaciones, persecuciones políticas y encarcelamientos de principales figuras de la oposición.

El 31 de marzo de 1933, el entonces Presidente de la República, Gabriel Terra, consumó el golpe de Estado prolijamente preparado desde tiempo atrás, con el consentimiento de los sectores conservadores del país pero inmediatamente posterior al golpe, empezaría a hacerse notorio el carácter meramente reactivo de una unión. El nuevo gobierno emergente debía dar una respuesta a la crisis, y sobre todo, contemplar las aspiraciones de aquellos sectores que habían apoyado su curso. Lo podemos ver en cuanto no hay una linealidad en las políticas económicas, sino que todo es un pragmatismo que benefició sobre todo a las clases altas.

En cuanto al Partido Colorado y Partido Nacional, quedaron divididos en su interna, fracturados entre golpistas y antigolpistas. Tanto los no demócratas como los demócratas (los últimos, batllistas y blancos independientes), construyeron una discursiva que defendía o criticaba las diferentes posiciones tomadas: los defensores del régimen trataron de legitimar su posición, algunos tomando la palabra revolución.

Con una izquierda política casi marginal, así como los sectores universitarios que lo enfrentaron con una huelga y un sindicalismo dividido y con poca fuerza, junto a los sectores contrarios al régimen de los partidos tradicionales no se pudo detener este proceso. Continuará


[1] Benjamín Nahum, 2009. Manual de Historia del Uruguay, Tomo II 1903-2000. Montevideo, Uruguay: EBO

[2] Nahum y otros, 2011. Historia Uruguaya 9, Crisis política y recuperación económica 1930-1958. Montevideo, Uruguay: EBO. p.22