El barco al que nunca quisimos subir

Escribe: Federico Pérez Céspedes | Secretario de Comunicación PS

El 17 de diciembre del año 2007 por la resolución 62/122 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas se declaró que todos los 25 de marzo se conmemora el Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Trasatlántica de Esclavos.

¿Por qué esto es importante?

Desde el siglo XV incipientemente, explotando en el siglo XVI y hasta el siglo XIX, la trata de esclavos fue un sistema legal de asalto y tráfico de personas.

Desde el centro y la costa occidental de África se sustraían hombres y mujeres –muchas veces con la anuencia y la acción de otras tribus o países africanos- que eran traficadas/os y comerciadas/os como objetos para utilizarse como mano de obra esclavizada en las colonias europeas en “el nuevo mundo”.

La mano de obra esclavizada fue vital para el desarrollo de las potencias en el siglo XVI –España y Portugal- utilizándose mayoritariamente en la agricultura y minería.  Esta actividad “comercial” fue apoyada por la Corona española y portuguesa generando un amplio entramado de comerciantes, navegantes, funcionarios públicos y aristócratas participantes. Con el devenir del tiempo y con la necesidad que generaba el desarrollo de la Revolución Industrial y las primeras formas de capitalismo, más países tomarían esta forma de tráfico transatlántico como actividad prioritaria. Dinamarca, Países Bajos, Francia y Reino Unido entre otros, fueron países que cimentaron su desarrollo en el tráfico de personas esclavizadas. 

El saldo histórico estimado de personas esclavizadas que dejaron estos más de 400 años de trata transatlántica es de aproximadamente 15 millones. Muchas de estas personas morían en los propios barcos negreros en condiciones infrahumanas de hacinamiento, mala alimentación e higiene. Asimismo, al sustraerse tal cantidad de hombres y mujeres jóvenes –en edad productiva- de los territorios africanos, destruyó las posibilidades de desarrollo de los mismos.

Ahora bien… ¿Cuál es el sostén filosófico y ético para capturar seres humanos, comercializarlos y torturarlos?

El racismo.

El racismo se erigió desde el siglo XV como un a priori y un colchón ético para sostener la esclavización de personas. No solo se afirmó la superioridad racial blanca ante las razas negras africanas, sino que se les negó la condición humana a mujeres y hombres de África. No solo se entendió desde la otredad a estas personas, se dio un paso más y se las concibió como una cosa, como un no-ser. Esta concepción, con cambios y transformaciones en el tiempo es una idea que con menor o mayor grado de visibilidad se mantiene hasta nuestros días. Y que las y los descendientes de esas negras y esos negros que vinieron obligados en ese nefasto barco seguimos viviendo en nuestra carne en varios momentos de nuestras vidas.

Volviendo al proceso de trata transatlántica de personas esclavizadas; ¿qué pasaba con ellas cuando llegaban al nuevo mundo?

La respuesta más obvia ante esto es el hacinamiento en barracas, el maltrato, la exhibición pública en el mercado para realizar la venta, el abuso, las violaciones, el trabajo forzoso, la tortura, etc. Sin embargo, hay otros factores que no siempre son señalados. En primer lugar, esas mujeres y esos hombres no hablaban la lengua del lugar al que llegaban evidentemente, pero tampoco hablaban necesariamente la lengua de quienes tenían al lado en los barcos o las barracas o el lugar que les tocara servir. Asimismo en muchos casos eran castigadas y castigados si se les escuchaba hablando su lengua. Al mismo tiempo, en gran parte de los casos tenían prohibido aprender a leer y escribir. Es decir, se les bloqueaba la posibilidad de comunicarse e interpretar el mundo circundante. La lengua provee los elementos semánticos para aprehender la realidad, toda la acumulación sígnica internalizada con las experiencias de habla en África fueron perdiéndose con la progresiva eliminación forzada de las lenguas nativas de las personas esclavizadas. En resumidas cuentas, cualquier posibilidad de interpretación divergente fue eliminada.

En segundo lugar, ninguna de estas personas sabía dónde estaba, a qué distancia estaba de su tierra ni cómo volver a ella. Como sabemos, hubo multitud de levantamientos y rebeliones de personas esclavizadas. El deseo de libertad y de regreso a su tierra en muchos casos fue más fuerte que la posibilidad de la tortura y la muerte. Como ejemplo emblemático está la revolución haitiana, que más allá de su brutalidad y de algunas consecuencias negativas, logro independizar a Haití y poner fin a la esclavitud. Empero, La mayoría de esas mujeres y hombres africanos nunca volvieron a ser libres y ni pudieron volver a su tierra natal. Hasta el día de hoy muchas y muchos de sus descendientes tampoco hemos podido volver para poder cerrar ese ciclo.

En tercer lugar, además de les arrebatarles la lengua y su tierra, también se les arrebató una buena parte de sus costumbres. La Población blanca de la época veía –con su visión construida a base de racismo- todas las costumbres de mujeres africanas y hombres africanos como salvajes y primitivas. Muchas de estas costumbres fueron extirpadas con el paso del tiempo, amoldándose las personas africanas en buena medida a las costumbres blancas europeas-criollas. Otras costumbres pudieron sobrevivir en modo de sincretismos. Un ejemplo es el caso de las religiones afroamericanas formadas con diversos elementos como el catolicismo, las religiones yorubas y bantúes, las religiones nativas americanas y el espiritismo. En nuestro país, otro ejemplo de fundamental importancia es el Candombe. El Candombe se estableció como sistema de comunicación y sistema ritual, fusión de diversos ritmos provenientes de África, aunando música y danza y una cosmovisión sincrética afroamericana, bantú y católica. 

Estas personas traficadas en contra de su voluntad desde África y sus descendientes fueron y son muy importantes en la historia de nuestro país. A nivel cultural, a nivel artístico y también a nivel histórico, habiendo acompañado y siendo protagonistas en las luchas por la independencia. Sin embargo, usualmente a nivel popular su aporte ha sido históricamente silenciado. Basta pensar en cuantos y cuantas artistas, poetas o poetisas,  escritoras y escritores, intelectuales negras/os son conocidas/as… y así sucesivamente. 

Hay un colectivo en nuestro país que su ascendencia fue traída contra su voluntad, tratada como objeto, torturada, violada, esclavizada, luego se le borró su lengua, su capacidad hermenéutica, se le alejó y se le negó su tierra, se le quitó gran parte de sus costumbres. Con el paso del tiempo, a su descendencia se le ghetizó, se le reprimió, se le estigmatizó, se le volvió a ghetizar lejos de sus barrios natales, se le condenó a la pobreza y principalmente se le silenció siendo siempre objeto de la historia y nunca sujeto. Nuestros ancestros lucharon por su libertad y por volver a África. Hoy nosotras y nosotros luchamos por ser reconocidas y reconocidos. Luchamos por ser parte de esa historia nacional. Luchamos por ser sujetos productos y productores de historia.

Hoy ese barco al que nunca quisimos subir ya no está. Pero las bases con las que fue construido aún están presentes en nuestra sociedad.