Escribe Arnaldo Gomensoro
Esta frase se escucha repetidamente en reportajes y entrevistas periodísticas. La pronuncian deportistas de las más variadas disciplinas, generalmente amateurs o semiprofesionales. Es frecuente oírla cuando van o vuelven de encuentros o torneos en el extranjero, pues se comparan con los de otros países, generalmente con aquellos que representan a los más poderosos.
¿Cuanto hay de verdad en esta protesta?¿Cuál es la realidad de lo que ayuda el estado en Uruguay a nuestro deporte? ¿Que pasa en países del resto del mundo, con los que se comparan nuestros deportistas y dirigentes? Esta y otras preguntas intentarán ser contestadas o, por lo menos, buscaremos situarlas lo más cerca posible de la realidad uruguaya.
Nuestro deporte en el mundo
Uruguay desarrolló a principios del siglo XX, un movimiento deportivo que lo destacó no sólo en la región, sino en el mundo. En eso contribuyeron varios factores. Por un lado, fuimos un pueblo con buena alimentación relativa en un país fácilmente comunicable, que escapamos a las guerra mundiales, que tenía un buen nivel de alfabetización y, sobre todo, que tuvo en el estado un actor fundamental en ese destaque.
Desde principios de la segunda década del siglo pasado, el estado en nuestro país posibilitó la construcción y funcionamiento – con técnicos capacitados por él mismo – de casi ochenta plazas de deportes en todo el país (fundamentalmente en el interior), donde se enseñó y se practicaron muchos de los deportes en qué nos destacamos. Además invirtió sumas muy importantes en la construcción de instalaciones públicas para la competencia deportiva. Así financió desde 1917, estadios para el fútbol (primero en donde hoy está la Pista de Atletismo y luego el Centenario), el Velódromo, la Pileta de Trouville, un “Stadium” para básquetbol y boxeo en la Ciudad Vieja, etc. y, especialmente, muchas instalaciones en el interior del país. Pero además, entregó sin costo terrenos municipales y nacionales para canchas y clubes. Y pagó viajes y viáticos para la concurrencia a gran cantidad de torneos y campeonatos. A algunos – como en el 24 – sólo después de haber obtenido medallas, hay que aclararlo.
¿Alcanza? Vamos por partes. Desde aquellos tiempos hasta hoy, el deporte ha cambiado muchísimo. Antes había en Uruguay unos quince deportes y la mayoría de las federaciones tenían un sólo representativo, generalmente de varones. Hoy hay una setenta federaciones deportivas. Pero además, cada una tiene múltiples seleccionados. Si nos fijamos por ejemplo en el fútbol, en 1924 tenía sólo una, la selección mayor. Hoy la AUF tiene diez u once seleccionados que compiten en el exterior. Y así es en casi todas las demás. Se estima que son más de doscientos los equipos que representan a Uruguay permanentemente. Y todos se entrenan, compiten y sobre todo, viajan. Y reclaman – para ello – dinero del estado.
Un segundo factor tiene que ver con el panorama del deporte mundial. Uno de los principios que Uruguay ha reclamado en el Mercosur, es el de beneficiar a los países menores por lo que se llaman “asimetrías”. Es decir, tener “hándicap” para los más pequeños y con economías más débiles.
Este principio en el deporte no existe. Uruguay tiene que competir en absoluta igualdad de condiciones en todos los deportes con Argentina, Brasil, Francia o Alemania.
Para que tengamos en cuenta estas “asimetrías”, donde además del caudal poblacional donde encontrar mucho mayor cantidad de deportistas genéticamente dotados para muchos deportes (la llamada “cantera”), los estados disponen de sumas muy diferentes para apoyar su deporte.
El estado en Argentina dispone de unos 50 millones de dólares anuales para el deporte. El de Brasil, más de 800. Pero si saltamos a Europa, el estado alemán asegura anualmente para el deporte 9.600 millones de dólares y Francia, ¡14.600 millones de dólares por año! EEUU y China, no quieren que se sepa.
¿Y Uruguay? En 2018, el gobierno del Frente – a través de su Secretaría Nacional – invirtió en apoyo a la federaciones 4 millones de dólares y ejecutó obras y otros colaboraciones por otros 6 millones. Fue la mayor inversión en muchas décadas. Luego, los multicolores recortaron el presupuesto en un 25 %, como demostramos en nota anterior. Es decir, en el mejor de los casos, llegarán a poco más de 7 millones y medio.
Pero además, la legislación, incorporando al deporte en la exoneraciones fiscales que se le otorgan a las entidades de la enseñanza y “culturales” (art. 69 de la Constitución), deja de percibir en el deporte en general la cantidad de 28 millones de dólares anuales de los qué, una parte es del deporte de competencia.
Podemos concluir entonces que, igual, las diferencias con otros países son terribles. Inalcanzables.
Las alternativas
¿Por dónde iría la solución?. No es fácil el tema dado que, en general, estas limitaciones no son percibidas por los diferentes actores de un deporte (deportistas, periodistas, dirigentes, familiares, etc.). Acá no alcanza – como en la mayoría de las cuestiones – ir exclusivamente a “escuchar” necesidades. Hay que ver cuales son las soluciones y compartirlas.
En las propuestas programáticas del Frente, desde hace bastante tiempo, se ha insistido en orientar la tarea hacia la jerarquización de unos pocos deportes. Algunos países subdesarrollados y pequeños como el nuestro, han adoptado esa estrategia con éxito. De acuerdo a parámetros conocidos y compartidos por el mundo deportivo, se apoya – en serio – a pocos deportes. Los criterios para seleccionar a los elegidos tienen que ver con la extensión del deporte en la población, las posibilidades de financiamiento propias, la buena gestión, las políticas de inclusión, el desarrollo en el interior (la democratización territorial), la capacitación de sus técnicos, las posibilidades de triunfos internacionales, entre otros índices a tomar en cuenta. Esto adicionalmente, crearía una saludable emulación entre las federaciones que ayudaría al progreso deportivo
En el Congreso Programático del Frente de 2013, tuvimos que explicar detalladamente este mecanismo, pues a varios compañeros comprometidos con algún deporte en particular, no les convencía para nada.
¿Se ha echo? Si. Al comenzar el gobierno en el 2015, se establecieron once deportes prioritarios. Sin embargo, no se volvió a hablar del tema. Quizás las presiones de los diferentes actores y de la prensa en cada caso en particular, fueron distorsionando este designio original, el que luego se habría desechado.
La alternativa sería repartir entre las 70 federaciones los dineros (“siempre escasos” diría el ex Sub Secretario de Deporte, Alfredo Etchandy) que el estado dispone. Y de esto resulta que los apoyos invariablemente sean muy insuficientes y cuando se compita, se haga desde la minusvalía.
A ello habría que agregarle que sería necesario coordinar esos apoyos. Lo propuesta era tener un control de los aportes del estado a cada deporte, desde un mecanismo llamado “de ventanilla única”. No sólo desde la Secretaría Nacional del Deporte se sostiene al deporte, sino también desde las distintas empresas estatales (ANTEL, UTE, ANCAP) y desde algunos ministerios (MTOP), sin descartar, por supuesto, a las intendencias. Pero se fracasó. Especialmente desde esas empresas y desde las comunas, por diferentes motivos, no se compartió esa información. Las primeras alegando que son datos “confidenciales” por su competencia en el bendito mercado y desde las segundas, por las “autonomías”. Sólo la OPP tomó recaudos al respecto, pero con reticencias.
Pero además, hay que ocuparse del tema de las instalaciones, de los profesionales y técnicos, del relacionamiento internacional, de la aplicación de la tecnología, del papel de los medios de comunicación, de la relación con el Comité Olímpico y las federaciones, del tratamiento del profesionalismo y de las empresas deportivas y muchos etcétera.
Los dejamos para la próxima.