Pensando desde el sistema educativo
Escribe Jazmín Gallardo | Brigada Julio Castro
1. El problema de cómo distribuir los recursos y el poder efectivo entre las diferentes
personas, colectivos y sectores sociales, reconociendo la diversidad de experiencias y necesidades, puede ser respondido a partir de la idea de que son las instituciones públicas estatales las que deben funcionar como espacios privilegiados para reconocer la amplia diversidad de problemáticas sociales que deben atenderse, utilizando los recursos y herramientas que estén a disposición para cambiar esas situaciones y mejorar las condiciones de vida de la gente. Partiendo de esta base, aparece otro problema: cuál es el estado de los Estados democráticos hoy. Podemos reconocer que quienes trabajan en estas instituciones del Estado han sido capaces de diagnosticar algunos de estos problemas, que son denunciados en diferentes medios de comunicación, sin embargo, no han podido solucionarse, quizás porque la disposición de herramientas y recursos aparece, con suerte, para subsanar los síntomas del malestar social y no para atacar sus causas estructurales. Quiero creer en la capacidad transformadora de las instituciones y eso solo puede lograrse si entendemos que quienes trabajan en esas instituciones deben ser profesionales formados para identificar problemas y tomar decisiones a partir de ellos, accediendo a los recursos necesarios para atender sus respectivas tareas. Sin embargo, la precarización laboral extendida especialmente en aquellos oficios dedicados al trabajo con población vulnerada, hace que el funcionamiento de tales servicios se asiente en la sobreexplotación de dichos trabajadores. Para entender la crisis institucional a la que asistimos es necesario entonces atender los diferentes diagnósticos: del colectivo docente, del colectivo médico, de quienes trabajan en la salud mental, de trabajadores y educadores sociales, entre otros, porque así podremos ver qué problemas estructurales no son capaces de transformar las instituciones acercándonos al por qué de sus respectivas crisis.
2. En cuanto a «qué hacer para que la historia no sea un eterno retorno», o mejor dicho, cómo combatir el autoritarismo, propongo dos ideas concretas. La primera consiste en que para ampliar la democracia debemos tener claro que quienes habitamos las instituciones somos sujetos y no objeto de ellas. Focalizando esta vez en el sistema educativo, es importante considerar que en este país la formación docente pública está gobernada por un consejo de cinco miembros de los cuales tres son designados por el poder ejecutivo al inicio de cada período de gobierno, quedando siempre en mayoría para tomar las decisiones que definen su rumbo. Así fue posible la imposición autoritaria de una reforma educativa rechazada fervientemente por el colectivo docente y estudiantil. Pienso entonces que para ampliar la democracia debemos confiar en que docentes y estudiantes de formación docente, somos sujetos que no solo podemos construir la educación que entendemos necesaria sino que somos idóneos para hacerlo, pues habitamos esas instituciones públicas valorando lo que es de todes como «lo nuestro». Es nuestra responsabilidad construir y proteger las instituciones públicas, no de un grupo selecto de políticos encerrados en una oficina, por eso históricamente reivindicamos la Universidad de la Educación autónoma y cogobernada, y no dejaremos de hacerlo.
La segunda va con un llamado de atención a las autoridades políticas que participan y defienden nuestro sistema republicano. Tienen que haber sanciones para las autoridades que expresen negacionismo ante los crímenes de lesa humanidad cometidos en dictadura. No se sostiene que personas que se piensan a sí mismas republicanas de pura cepa incluyan en el programa de Historia la «teoría de los dos demonios» y, más grave aún, quiten el concepto de «terrorismo de Estado». Si entendemos la democracia como un sistema que promueve la emancipación política
nunca deberíamos buscar pasar de página ni esconder los atentados a los Derechos Humanos, manteniendo viva la búsqueda de memoria, verdad y justicia por el pasado reciente.
3. Volviendo al presente, estamos en un tiempo de transformación tecnológica a partir de la digitalización de la vida cotidiana y la implementación de las inteligencias artificiales. Es apropiado pensar que el acceso a esas nuevas tecnologías debe democratizarse en el sentido estricto de ampliarse, pero, considero justo remarcar como error pretender incorporar estas nuevas tecnologías a la vida cotidiana sin la debida regulación y sin educación para la prevención. En el mundo virtual corremos el riesgo de ser víctimas de delitos cibernéticos, redes de explotación sexual y tráfico de personas, estafas locales e internacionales, además de la exposición a la manipulación y expresiones de odio. Ampliar el acceso sin la debida regulación es ampliar el margen de vulnerabilidad de amplios sectores de la sociedad. Les habrá pasado como a mí de haber utilizado un celular o redes sociales a una edad muy temprana, sin que nuestras familias sean conscientes de los riesgos que ello implicaba.
Es hora de construir políticas de prevención de estos riesgos y reforzar las que ya existen. No olvidemos que sin medios de expresión no hay democracia y las redes sociales son una vía más con la que cuenta la población para expresarse, así como las calles y las instituciones, pero no podemos ser ingenuos en el hecho de que la expresión conlleva siempre una reacción, y en las redes sociales esto fácilmente se convierte en expresiones de odio, que recaen principalmente sobre mujeres, personas racializadas y personas pobres. Entonces, es sumamente necesario eliminar la brecha digital contemplando marcos éticos regulatorios que refuercen la seguridad de toda la población.
4. Considerando que la tasa de desempleo es de 19,5% para las juventudes en América Latina, se vuelve necesario pensar en que las nuevas tecnologías aplicadas a los diferentes rubros de la economía nos obligan a adquirir habilidades en tecnologías avanzadas para ampliar las chances de obtener un empleo digno. Este es un problema que se puede atender a través del acceso universal a una educación de calidad con la disposición de los recursos necesarios. Ahora, parte del contexto actual de la educación supone que las escuelas y los liceos deban buscar estrategias para atacar el hambre y la inseguridad presente en los barrios y pueblos de todo el país. Entonces, atando cabos entre la problemática del desempleo juvenil, el acceso a la educación y la vulnerabilidad de la población estudiantil infantil y adolescente, es importante pensar en qué oportunidades pueden brindar las instituciones de nuestro país, desviando el accionar punitivista y represor de la población empobrecida, para que no existan más «jóvenes sin futuro».
5. En la primera nota conceptual se utilizó el concepto de «diálogo» como la clave para entender la realidad de la que somos parte a nivel nacional, regional y global, de una forma integral considerando las diversas experiencias vitales de los seres humanos.
Aquí nuestra visión, la de las juventudes, se entiende valiosa por formar una parte de la población cuyas voces se ven silenciadas a través de diferentes mecanismos. Por este punto me gustaría terminar, agradeciendo la invitación a formar parte de este espacio, remarcando, sin embargo, la potencialidad de lo «conversado» en el concepto de diálogo, del «ida y vuelta» necesario para realmente convivir en un «nosotres» social, sin caer en el «edadismo», reconociendo las virtudes que se puedan encontrar en cada generación, pasando de simplemente oír lo que las juventudes tienen para decir a construir entre todes nuestra democracia.