Escribe Mónica Xavier
Nadie está ajeno al vaudeville institucional en que nos sumió el presidente Lacalle, derivado del lugar de extrema confianza en el que designó a una persona plagada de antecedentes por estafa. Todos recordamos que el presidente nos dijo, a cara descubierta, que era el primer sorprendido por el proceder de su jefe de custodia presidencial. Sin embargo lo conoce desde gurí. Porque trabajó para su padre, su madre y correligionarios, desde hace más de tres décadas.
¿En serio el presidente quiere hacer creer a la ciudadanía que no conocía, a cabalidad, los antecedentes de su custodio? Nadie le puede creer, presidente.
Detrás de una persona de máxima confianza del presidente se urdió una trama de pasaportes falsificados, seguimiento a políticos, a profesores, a estudiantes y hasta la invasión de la privacidad de su ex esposa. En sus declaraciones a la fiscal Fosatti, aumenta las sospechas de corrupción tramada por tráfico de influencias, contratos espurios y vaya a saber cuántas cosas más. Un bochorno del que ni el presidente ni nadie en el gobierno se hace políticamente responsable.
Los rebotes no paran. Cayó la cúpula policial. El presidente insiste en afirmar lo inverosímil, como si viviera en Disneylandia, dijo que la causa del cese de los jerarcas policiales nada tiene que ver con este caso. Al otro día sí tenía que ver.
En pocos días tendrán que hacerse públicos los chats entre el presidente y su jefe de custodia. Al menos los que queden de ellos. Cada día que pasa es peor que el anterior para el presidente, sus personas de confianza y la institucionalidad.
Es hora que el presidente hable con la verdad y asuma las consecuencias de sus actos.