La izquierda: política que se centra en construir nuevas bases

Escribe Jorge Fossatti | Brigada Marx Attack

En el esfuerzo por construir una sociedad libre y equitativa, es fundamental reconocer la importancia de la identidad en la conformación de las relaciones sociales. Para ello, veo conveniente construir personalidades que se orienten hacia la transformación social, que permitan a las personas llevar al mundo sus deseos, indignaciones, fantasías y autopercepciones como que las mismas tengan el valor del encuentro, la solidaridad, la defensa de la dignidad humana, autonomía y visión largoplacista. Esta apuesta a la superestructura no deja de depender de las condiciones sociales, necesitamos de tiempo y recursos, tener las formas para poder hacer, si estamos pensando en sobrevivir no hay espacio para la transformación, pero el deseo es importante cuando tomamos esos espacios. En este sentido, resulta necesario superar las relaciones infantilizadas y paternalistas que han sido históricas en las instituciones de nuestra américa, esa idea de un padre que castiga y uno que proveé, y centrarse en las experiencias y perspectivas de las personas. Sin este elemento no podremos construir una sociedad verdaderamente soberana y justa, para todas y todos, que busque alterar las estructuras que construyen la explotación.

Si vemos lo que estamos dispuestos a soportar o esforzarnos cuando actuamos, llama la atención como podemos ignorar instintos o mecanismos corporales que buscan detenernos (cansancio, estrés, fatiga, miedo, peligro). Al menos es indudable que la cuestión de los instintos y emociones aplicada directamente a la realidad no puede explicarnos, hay cosas que median la actividad humana que van más allá de esa respuesta inmediata al estímulo. El ser humano está dispuesto a mantenerse aún en la dificultad, pero surge la pregunta. ¿Qué motiva al ser humano a superar la adversidad?¿Cómo nos construimos, que nos estimula, porque actuamos?

Me gustaría centrarme en una idea que normalmente tenemos sobre el comportamiento, esa idea que denuncie en el primer párrafo de nuestra solución histórica; esa que en su proyección pretende reducir a las reacciones ante los estímulos dolorosos o placenteros, obviando o no atendiendo el resto del proceso, por lo menos, dando una respuesta incompleta. Esa idea Pavlovesca que trae un intento reduccionista del accionar humano que tanto se ha practicado por nuestras instituciones, cuestiones de castigos o privaciones básicas o recompensas ante lo meritorio con objetos, una lógica típicamente paternal o lúdica.

Si ejecutamos las formas de premio/castigo para mediar nuestros vínculos sociales con placer/dolor se estaría ejecutando la idea de que nos disociamos de nuestro presente, de lo que nos desagrada o incómoda, y con el ejercicio de la imaginación llevamos nuestros sentidos a un mundo imaginario, para soportar la dificultad con la ilusión de una recompensa o la idea de una castigo aún peor que el esfuerzo que se pasa, llama la atención como siempre el castigo se aplica sobre le cuerpo y las recompensas sobre le plano de los objetos. Esta idea aplicada en la sociedad necesita que entre todos construyamos algo que nos controle perpetuamente, que dispongo y que violente, que vigile y concluya si se necesita sanciones o retribución, lo particular de esta aplicación es que el controlador y el controlado son parte de la misma cosa, contrario a las relaciones tuteladas más micro donde la relación de posibilidades y capacidades son de niveles distintos entre las personas (ejemplo un criador que tiene plenas capacidades biológicas y sociales frente a un infante que no las tiene), acá es la sociedad la que se custodia a sí misma, de igual a igual. 

La primera cosa que llama la atención del problema de iguales sometiendo a iguales desde la advocación es que se pone en juego la misma capacidad humana. Empieza una competencia de evasión y control donde nunca se puede llegar a ninguna de las dos actividades como realizada. Esto es la humanidad encontrando las recompensas sin cumplir los objetivos del vigilante, o formas de evadir el castigo, aunque como sociedad nos pongamos de acuerdo en que cosas tiene que ser vigiladas al aplicar las lógicas paternales es necesario una relación de poder y capacidad claramente de grados diferentes, pero si es la sociedad la que se avoca a sí misma sin la complicidad de sus partes solo genera resistencias, una carrera de mecanismos para ocultar y ver, seres que perfeccionan la evasión y el control pero que nunca llegan a ejecutar ninguna de las dos, creamos “padres e hijos” fracasados y aveces seres que cumplen los dos roles al mismo tiempo y fracasan en los dos.

Aun suponiendo que la sociedad se controla de forma perfecta y nos centramos en lo que nos estimula; Ese acto de cordura donde valoramos lo que hacemos y jugamos con la imaginación, en lo doloroso o lo placentero, para encontrar fuerza para sobrellevar la adversidad, o ignorar las molestias que nos invitan a retirarnos, hay cosas que le damos placer aunque de por si no lo tiene, o sentimos dolor, sin lograr explicarse con los sentidos básicos; Hay un juegos mentales que estimulan o desagradan, que inciden, pero nos nos preguntamos de dónde salen. Construimos de valores compartidos, nos olvidamos de sus mecanismos, los damos por dados, como si todos fuéramos a apreciar lo mismo y no siempre es así. Esa falta de atención, esa falta de interés lleva también a fracasar cuando nos vinculamos. Estas estructuras similares a relaciones paternales solo reducen las características humanas, las infantilizan cuando no somos menores, hacen como si las pasiones, deseos, fantasías, identidades o indignaciones se podrían obviar y a mi me parece que es lo único que vale la pena centrarse.

No es la perspectiva de placeres y dolores lo que nos impulsa, no es el ver que al final si llegó lo recompensa o castigo, o el recuerdo de pasados placenteros o trágicos, al menos no es solo eso, es una actividad humana más compleja y robusta, que puede guiar nuestro potencial más allá de los indicadores más básicos de nuestro cuerpo. Nosotros le damos fuerza a ciertos patrones, depositamos estímulos sobre cosas que antes no tenían estímulos, damos placer, deseos o recompensas a cosas que decidimos que tenga esos estímulos, nos auto estimulamos o nos afligimos por una idea de ser, por una fantasía o por la construcción de un ideal. No hay que sacarle peso a los estímulos más innatos, los cuales siguen pensando y continúan siendo útiles para toda actividad, protegen la vida y sin vida no hay nada, pero no se puede explicar la actividad humana por una relación de búsqueda de bienes materiales y esquiva de privaciones, no se puede porque cuando se lleva a la realidad hay algo que no cuadra, vuelve a fracasar aun en el mejor de los casos.

Superada esa puntualización anterior veamos esas fantasías, esas ideas de cómo queremos ser, esos encuentros con lo que esperamos. Nos construimos historias de cómo precisamos las cosas, de los humanos, como nos tienen que tratar y cómo tenemos que actuar nosotros, figuras de la humanidad, los otros y los propios, tenemos pretensiones de existencia y eso nos mueve, nos explica y deposita emociones en los resultados, motores o mecanismos de respuesta. La identidad y la grupalidad nos pretenden de una forma, construye deseos, fantasías, indignaciones y resistencias. Coordina actividades de forma indirecta y atemporal, nos vuelve existencias que trascienden la inmediatez y nos proyecta como cúmulo, como humanidad. Lo más memorable de la personas surge de estas identidades que nos invitan a transformar la realidad aun sin certeza, aun en la desventura, aun en la apuesta a imágenes, a esperanzas y proyecciones de existencia, a deseos de ser, a exigencias de formas al momento del trato. En definitiva hay un juego mental que construye estímulos y rechazos, defensas y activismo,  pero ¿Qué es lo que incide en esa identidad como en esa autenticidad compartida?

La actividad humana enmarcada en la cultura es una de las principales formadores de materia prima de esta característica humana, construye animosidades, pesos  emocionales, fantasías de existencia. Incide en la identidad y explica lo compartido en esta característica tan propia pero aun así generales. También se explica en la actividad, de ese ir y venir con la realidad, de ese encuentro del mundo interno con el mundo externo, producto de las  disonancias o resonancias con lo real. En resumen se crece en el mundo de las relaciones culturales y se esculpe en el encuentro con las otras.

La cultura puede transferir los valores socialistas, las ideas y las formas de vida que permiten a las personas comprender la realidad en la que viven, construir una visión crítica y comprometida con la transformación social. Desde esta perspectiva, la cultura es cabal para la construcción de una sociedad igualitaria en la que se pueda desarrollar todo su potencial, que las personas participen de manera activa en la vida pública. Crea las intencionalidades que permiten comprometerse aún en la adversidad, genera ese espíritu de luchar contra todo lo que oprime a cualquier parte de la sociedad. Sin la proyección que nos dan los relatos culturales no encontramos las pasiones que necesitamos para cambiar las estructuras que nos dominan, nuestro proyecto está destinado a agotarse sino renovamos y perpetuamos nuestra identidad cultural. Necesitamos poner un acto de conciencia y dedicar nuestra estructura a encontrar testimonios de sentimientos, construir épicas en torno a nuestra actividad, sueños compartidos de existencias, personajes del encuentro, del valor humano, el apoyo y la comunidad. El culto a la humanidad extendida como el repudio a los abusos y violencias que reducen esa humanidad a expresiones simplistas, apáticas, corto placistas, supervivientes. Tenemos que sentir la tragedia de no haber conocido la humanidad que pudo ser como alegrarnos por conocer la complejidad surgente de nuestras compañeras liberadas del hambre, enfermedad, del labor y el sometimiento. Soñar con lo que pudo ser, ver esa dualidad de pérdida, humana y social, de todo lo que nos robaron. Como de esa dualidad de encuentro, de todo lo que somos juntas y las sociedades que construimos, que nos superan.

Cualquier acción humana que tenga como pretensión transformar estructuras tiene que tener presente la construcción y asentamiento de estas pretensiones, tenemos que entender que hay una disputa que define la actividad humana que se da en este campo, en el campo de lo que emociona y lo que no, lo que se cuenta y como se cuenta, de la épica y la tragedia, como lo grandioso como desagradable, tiene que ver con nuestras canciones, nuestros cuentos, nuestras imágenes, nuestro momentos estáticos. Esto no quiere decir que tengamos que renunciar a las relaciones de producción, es una cuestión dual, algo que se da en dialéctica con esto, tenemos que transformar la relaciones de producción para poder sostener la transformación de la superestructura como cambiar la superestructura para lograr transformar la estructura. 

Las proyecciones de nuestra mente compartida en arte o obra, nuestra capacidad de fantasear y desear un mundo determinado, que mundo nos sienta mejor, cómo es que nos contamos, como contamos a otras y ese es un acto permanente y compartido por TODAS. Podemos centrarnos en nuestras experiencias que nos llevaron a ser socialistas, compartir y reivindicar la cultura que nos inspiró, los momentos que nos reafirmaron cuando salimos al encuentro, esa experiencia humana que tanto nos esculpió o las obras que nos inspiraron. Crear inspiración con esas guías que ya fue nuestro numen, perfeccionar las que ya hay o divulgar las que nos llegaron a tocar, hagamos de la experiencia compartida un relato, invitemos a nuestro pueblo a contar su historia socialista, a contar sus esperanza en la colaboración o el encuentro con la grandeza propia y ajena, la colectiva y natural, hagamos del encuentro un acto sagrado, que se le rinda culto, el llevar para compartir y escuchar lo que el otro tiene para dar como un valor cultural y como una forma de construir humanidad. 

Me gustaría sumar algunas ideas más foucaultianas, esa que la perspectiva del poder no es algo que posean las instituciones o las élites, sino que se encuentra presente en todas las relaciones sociales y se ejerce de manera descentralizada en cada momento. Todos validamos o transformamos el relato del poder y podemos hacernos cargo de forma consciente de esa condición para también invitarnos a entrar en la lucha por la cultura y la acción en todo vínculo humano, en todo espacio de la sociedad, o sea, hay micro luchas, micro victorias que tiene que ver con estas perspectivas del deber ser, del como ser y lo que es bueno y malo que podemos dar en todos los espacios, no solo en los espacios de coordinación del poder, lo podemos dar en nuestros barrios, nuestras escuelas o nuestros trabajos. Tenemos que desear ese cambio, sentir el dolor ajeno como propio y pretender relacionarnos de forma amigable, fraterna, cuidada, consciente y protegida. Fantasear con un mundo sustentable, aborrecer la violencia y sus abusos, conmoverse ante la explotación como ante la humanidad en su existencia extendida. Tenemos que buscar la  complicidad, el encuentro.


Estamos dejando cada vez más que el mercado se encargue de construir la cultura que nos guia, cada vez más las lógicas de la opulencia y los privilegios son los repetidos como construidos en las dinámicas culturales; ¿cuanto tiempo mas vamos a permitir que sea el mercado, subordinado a las lógicas capitalistas de consumo y explotación, sea el que se encargue de las pasiones humanas? Hemos menguado a la lucha cultural por entrar en una visión en achique, de mantener lo que se obtuvo, una idea fatalista de perpetuidad del capital. Hemos dejado la lucha por el deseo, por defender los espacios alternativos, por pretender un cambio global. Pero desde una vision critica y rosa luxemburgense es algo dual, tenemos que ser experiencia y cultura alternativa, tenemos que ser experiencia y cultura cooperativista, solidaria, autogestiva, inclusiva, ecologista y feminista. Necesitamos dedicar nuestros recursos y usar las instituciones donde podemos influir de alguna manera para construir cultura alternativa; sin espíritus comprometidos no podremos tener proyectos colectivos de amplia base y sin lugares conquistados no habrá espacios para esos espíritus. Sí hoy tenemos una apuesta democrática de colaboración y solución conjunta, consentida y comprometida nuestra presencia tiene que estar en la cultura y sus formas de divulgación.

En definitiva como partido socialista nos merecemos dedicar un pienso a la cultura, que mensaje se construye y cuál es la forma que nos relacionamos cuando la incentivamos, que buscamos en la cultura y que no estamos dispuesto a apoyar. Si son las lógicas del mercado o las sensibilidades socialistas las que marcan nuestros sentires. No solo pensar en que es una cuestión de recompensas y castigos que tanta historia tiene en nuestro haber como Latinoamérica y tan poco nos ha ayudado. Nos merecemos estar preocupados por los relatos y las historias, las canciones y sus formas de llegar a ella, los espacios públicos y sus muros, el encuentro en la imagen y el sonido, los lugares donde está la cultura como quienes son los que llegan. También de los medios que nos permitan sostener esa actividad en la realidad desde una visión dialéctica ir por los dos caminos para terminar superando esta faceta de contradicciones. El gasto es una cuestión práctica, de viabilidad, pero nunca debemos de renunciar a la lucha cultural, a la importancia cultural, poner nuestra fichas en eso ni dar por sentado que se va a dar o dejar que el mercado regule esta actividad, somos proyecto alternativo y debemos de serlo completamente.