Imaginar otro futuro, democratizar la vida

Fotografía: Pata Eizmendi

Escribe: Gonzalo Civila | Sec. Gral. del PS

El pasado domingo 25 de junio “Izquierda y Libertad”, la corriente de ideas y acción que integramos, realizó su primera Asamblea Abierta. La convocatoria se encabezó con la consigna: “A 50 años del golpe de Estado, imaginemos la democracia del futuro”.

Más allá del aniversario del golpe y de la huelga general, no es casual que esta corriente realice su primera asamblea bajo este título.

La realización de asambleas temáticas y abiertas, en las que puedan tener voz todas las personas que deseen participar, es en sí misma un potente instrumento democratizador del debate político, que se propone sobre todo intensificar la empobrecida discusión de ideas en la sociedad uruguaya, ganándole terreno al miedo, la superficialidad y el pensamiento único. Esta apuesta es en sí misma un mensaje: estamos dispuestos y dispuestas al aprendizaje, a la incomodidad de poner en crisis nuestras propias prácticas y preconceptos, queremos ejercitar el pensamiento crítico (que cuando se despliega es siempre también autocrítico).

Pero además la corriente que formamos reivindica como una de sus principales señas de identidad su compromiso con una democracia integral y radical, con una búsqueda libertaria y poscapitalista que apueste a la autogestión y la participación protagónica del pueblo. Esta característica coincide con una de las raíces más antiguas y a su vez más vigentes del socialismo uruguayo.

La Asamblea, que se realizó en plenaria y talleres, contó con exposiciones disparadoras de referentes académicas, sociales y políticas de distintas trayectorias y perfiles. Los temas centrales fueron la relación entre la democracia, la libertad y el espacio público, la imbricación entre democracia, territorios y vida cotidiana, la tensión entre democracia y poderes fácticos, y la cuestión de la democracia directa, la participación ciudadana y el Estado.

A lo largo de todo el intercambio aparecieron de forma recurrente las dimensiones del conflicto y de la diversidad, que describen dos dinámicas esenciales en cualquier proyecto democrático. No hay democracia en el monolitismo ni en la penalización continua del conflicto y el disenso, tampoco en la violencia y la dominación.

La democracia entendida en un sentido sustantivo incluye un andamiaje institucional y un conjunto de garantías legales, pero no se limita a un esquema procedimental o a una serie de normas. La democracia sustantiva es un sistema de vida que es a la vez proceso y objetivo, y que se define sobre todo por su verbo: democratización.

La lucha por la libertad y el socialismo es para nosotros y no-sotras la lucha por democratizar la vida, en todos los planos y escalas. Por esa razón interpela las distintas esferas de la experiencia humana: ambiental, económica, política, social, cultural. Una democracia radical implica la superación de la tiranía de la necesidad, la humillación, el menosprecio y la carencia es decir, de todas las violencias estructurales y discriminaciones, la profundización de la participación política y comunitaria, la revisión de los arreglos familiares, la abolición de todas las formas de burocratización y elitización, la reformulación de cualquier relación de poder que implique opresión, cristalice desigualdades y ahogue la libertad y la diversidad humana.

Los desafíos de la democratización son infinitos, requieren de un proyecto de sociedad que cuestione los límites de lo posible y de un fuerte eje plural igualitario que densifique el espacio público, engendre relaciones solidarias y construya poder alternativo para revertir la escandalosa concentración de los recursos societarios en pocas manos. La dictadura del capital y el patriarcado, los imperialismos y la voracidad extractivista, el autoritarismo político de cualquier pelo, los modelos de partido único y uniformidad ideológica, no son compatibles con una democracia profunda y ancha.

La organización de los sectores subalternizados de la sociedad, la generación de espacios de encuentro entre diferentes, y la transformación democrática de todas las instituciones, son condiciones para hacer posible ese otro futuro que se va gestando desde las periferias.

Ni la violencia del odio ni los discursos conservadores sobre la República liberan la imaginación y la acción transformadora, más bien las atrofian. Nuestra apuesta es al republicanismo cívico que requiere de una ciudadanía activa, que reconoce a los otros y que libra una lucha efectiva y permanente por la no dominación.

Para democratizar la vida.