Escribe Federico Pérez Céspedes – Secretario de Comunicación PS
Cotidianamente las personas afrouruguayas transitamos situaciones de discriminación y de inequidad en varias dimensiones. Muchas veces pensamos estas situaciones como sucesos individuales o aislados, pero lamentablemente la discriminación por motivos étnico-raciales es estructural en nuestra sociedad.
Las sociedades suelen no tolerar la diversidad. Mucho menos una sociedad como la nuestra, en donde se repitió históricamente el concepto de “sociedad trasplantada de Europa”. La simple existencia de un colectivo con características étnicas propias fue negada hasta no hace mucho tiempo. Asimismo, la potencialidad del colectivo afrouruguayo para sintetizarse y autoidentificarse con masividad fue sutilmente menguada durante gran parte del S. XX. El papel que cumplió la Organización Mundo Afro desde 1988 fue fundamental para derribar algunas de estas barreras. El trabajo realizado simultáneamente sobre identidad y visibilidad fue crucial en el avance del reconocimiento que se dio a partir de los años 90s. En este sentido, para amplificar la visibilidad y solidificar el reconocimiento, desde el año 2015 todos los meses de julio se celebra en Uruguay el Mes de la Afrodescendencia.
Habiendo establecido lo anterior, podemos preguntarnos ¿Por qué son importantes la identidad y el reconocimiento para una minoría étnico-racial?
En primer lugar, la autoidentifación en una sociedad surgida en el entrecruce de varias culturas es un factor muy importante. Más aún, cuando se pretendió borrar todos los flujos de hibridación cultural que no venían de Europa. ¿Quién soy? ¿de dónde vengo? ¿quién fue mi ascendencia? ¿qué les pasó? ¿cuál es mi cultura? Estas preguntas sintetizan tramas discursivas que la sociedad esclavista colonial -y también la sociedad posesclavista- se encargaron de desbaratar. En ese panorama borroso, hombres y mujeres afrodescendientes fueron sometidos a la cultura occidental hegemónica, teniendo algunos breves respiros en sincretismos que pudieron “colar” algunas tradiciones africanas en el entramado criollo-europeo. Esos rasgos culturales a nivel lingüístico, artístico o religioso fueron y son componentes indisolubles de la identidad oriental, más allá de haber sido denigrados históricamente.
En segundo lugar, el sustento moral del negocio esclavista –el racismo- logró filtrar internalizándose en la sensibilidad uruguaya de manera muy profunda. Las personas afrodescendientes aún después de abolida la esclavitud fueron tratadas y concebidas como meros objetos pasivos. Un decorado de la escena platense, generalmente asociadas y asociados a lo más bajo o menos decoroso de la sociedad, incapaces -desde el punto de vista hegemónico- de producir cultura e historia. Es decir, que el problema subyacente, aunque se manifieste de diversas maneras, sigue siendo aún hoy el racismo.
En último lugar, la lucha en el terreno simbólico por la hegemonía cultural es clave para los colectivos históricamente discriminados. En el caso del colectivo afrouruguayo, lograr diluir los conceptos racistas internalizados -adjudicación de roles, preconceptos, adjudicación de capacidades, estereotipos- requiere como se mencionó anteriormente, de un grado de desarrollo identitario potente y de un nivel de visibilidad alto en tanto colectivo. Hemos progresado mucho en estas últimas dos cosas, sin embargo, estamos muy lejos de deconstruir los preconceptos de la cultura hegemónica. Esa lucha de significantes y significados se da día a día en el campo de batalla cultural y depende de la acción comprometida todas y todos, en la mayor diversidad de espacios posibles para generar cambios en el eje diacrónico.
Este mes se dio un paso más en esta dirección. El Colectivo de Estudios Afrolatinoamericanos le entregó una propuesta a Udelar para que la misma se declare antirracista. En nota con La Diaria los proponentes señalaron que por “la necesidad de una postura clara y constante de adhesión al antirracismo en todos y cada uno de los espacios de la Udelar es que realizamos este planteo”*. En esta línea, Luis Leopold prorrector de Gestión Administrativa de la Udelar considera que “la Universidad se defina como antirracista implica dar un paso más en esta diferenciación que se realiza, en los intentos de mejorar los niveles de igualdad y equidad. Una cosa es ser no racista y otra antirracista, y ese posicionamiento implica, por ejemplo, como lo estamos haciendo en la promoción de una Universidad no violenta, el enfrentamiento al acoso y las formas de discriminación, un posicionamiento activo en el que no sólo nos pronunciamos declarativamente, sino que tomamos acciones”.
La Udelar cuenta con un magro porcentaje de estudiantes afrodescendientes. En el año 2012 se realizó el primer censo estudiantil en Udelar que relevó datos sobre la dimensión étnico-racial. El 2,1% de las y los estudiantes se autoidentificó como afrodescendiente. Según la Guía Didáctica Educación y afrodescendencia de ANEP en conjunto con el MIDES e InMujeres del año 2016 “La inclusión de la variable etnia/raza en el sistema estadístico uruguayo hace visible la situación de desventaja en que se encuentra la población afrodescendiente. En relación con la educación, ello se traduce en menores niveles educativos, mayor analfabetismo y deserción temprana que, en el resto de la población, puesto que, si bien en Uruguay existe movilidad educativa, la brecha entre afrodescendientes y no afrodescendientes se mantiene a través de las generaciones.
Profundizando lo anterior, si el porcentaje de jóvenes afrodescendientes que accede a la educación terciaria en Uruguay es muy bajo, aún peor es el caso de docentes, investigadoras e investigadores. Pocas y pocos afrouruguayos pueden acceder a la docencia universitaria, lugar donde serían vitales para aportar una perspectiva afro a la investigación y construcción de conocimientos. Reconociendo esto, en la misma nota con La Diaria Leopold declara “Es un desafío a que tomemos acciones que muevan la aguja en ese aspecto también. Ahí estamos en una dimensión que tiene niveles de complejidad y que implica la participación de muchos actores de la comunidad académica, de los docentes en particular, para asumir y respaldar políticas de discriminación positiva que se den por un tiempo sostenido. No creo que se pueda pensar esto como separado del proyecto académico. Y como todos los debates planteados, son multidimensionales”.
Resulta evidente que la normativa creada desde mitad de la década de los 00s en materia de afrodescendencia ha impulsado avances, pero no es suficiente y necesitamos superar la etapa meramente declarativa.
¿Qué caminos podemos recorrer para superar las desigualdades estructurales que vive la población afrouruguaya?
Sólo hemos visto una parte fragmentada de la problemática. Incluso podemos afirmar que es la parte “más sencilla”. Lo identitario y el reconocimiento son sólo una cara de la lucha de la comunidad afrouruguaya. La otra cara, necesaria y fundamental –en especial por su imbricación en tanto causa y efecto de los problemas anteriores- es la redistribución. El artículo segundo de la ley 19.122 es contundente al respecto: “Declárase de interés general el diseño, promoción e implementación de acciones afirmativas en los ámbitos público y privado, dirigidas a los integrantes de la población afrodescendiente. Lo dispuesto tiene por propósito promover la equidad racial…”.
La desigualdad en términos económicos que vive la población afrodescendiente en Uruguay es muy profunda. Si miramos los datos que surgen del porcentaje de personas en situación de pobreza según ascendencia afro que suministra el MIDES, en el año 2021 20,5 % de población afrodescendiente habita en hogares cuyo ingreso per cápita está por debajo de la línea de pobreza. El total para la población no afrodescendiente es de 9.7 %.
La situación laboral también es desventajosa para afrouruguayas y afrouruguayos. En el año 2018 la tasa de desempleo de la población afrouruguaya era de un 11,6 % (8,6 % varones y 15,1 % mujeres) a diferencia del 8,0 % de la población no afrodescendiente según datos del MTSS.
La desigualdad que vive el colectivo afrouruguayo en materia educativa, económica y laboral es profunda y multicausal. Siglos de exclusión, marginación, discriminación y ghettización influyen en el alejamiento del sistema educativo, en las escasas posibilidades laborales y de desarrollo socioeconómico. La imbricación de estos tres factores es tan profunda que es imposible disociarlos. Por lo tanto, para recomponer la inequidad que vive la población afrodescendiente en Uruguay, es crucial tomar caminos que comprendan en su complejidad estas tres esferas. Más allá de lo declarativo, son precisas acciones afirmativas con sustento económico e inclusivo que permitan saldar la deuda histórica que Uruguay tiene con el colectivo afrodescendiente. Normas y políticas públicas que permitan subsanar educativamente, laboralmente y económicamente el punto de partida desigual del que parten afrouruguayas y afrouruguayos. Asimismo, que estas tres esferas puedan proyectar mejoras en otros campos –por ejemplo vivienda- para quienes han sido históricamente marginadas/os, silenciadas/os y olvidadas/os puedan acceder a una vida digna.
*https://ladiaria.com.uy/educacion/articulo/2023/7/hacia-una-universidad-antirracista/