Escribe Enzo Malán Castro – Diputado PS-FA por Soriano
Hace unos días me tocó en un acto patrio recordar a José Gervasio Artigas Arnal. En ese acto me preguntaba ¿qué sabemos de él? O si lo que sabemos es lo que convenía que supiéramos…
Les invito a hacer un ejercicio de rescatar a Artigas del bronce, de su elevación a héroe, que respondió a la necesidad de un país que necesitaba construir su idea de nación, de sentirse parte de un mismo proyecto.
Artigas reunía para los historiadores de aquel momento varias cualidades para ocupar ese lugar: representaba el sentir popular, se identificaba con la vida del campo, pertenecía a una familia fundadora de Montevideo, era valiente, luchador contra los invasores del territorio y por la libertad del mismo.
Por supuesto, en un país de enfrentamientos entre las divisas blanca y colorada, no era posible ubicarlo en ninguna de ellas, estaba por encima de las disputas partidarias.
Así nació y permaneció por mucho tiempo ese Artigas, inmaculado, ubicado en el altar de la patria, una expresión que el “Himno a Artigas” nos deja: “Para la historia un genio, para la Patria un dios”.
Por mucho tiempo convivimos con ese héroe de bronce en las plazas y con esa figura del cuadro de Blanes, un Artigas cruzado de brazos, vestido de blandengue, en la puerta de la ciudadela. Pero Artigas fue mucho más que eso.
Por eso se enfrentó a todos los poderes: a la españolista Montevideo, a la centralista Buenos Aires, al imperialismo portugués y, cuando radicalizó sus posiciones, a los terratenientes orientales.
No hay más claro ejemplo de esto que el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados” de 1815, más conocido como el Reglamento de Tierras, proyecto de reforma agraria que priorizó a los criollos pobres, a los negros libres, a los zambos de igual clase y a los indios.
De ahí viene la contundente sentencia “Los infelices serán los más privilegiados”. En tiempos en que se prioriza a los “malla oro”, el marketing, el tener sobre el ser o la imagen sobre la realidad, es bueno recordarlo.
Artigas impulsó esta reforma, en un contexto de guerra, mientras pudo y varias familias pobres recibieron tierras para trabajarla. Después las clases propietarias se encargaron de desmantelar el proyecto y despojarlas.
Ese año de 1815 se realizó el Congreso de Oriente y es cuando las provincias de la Liga Federal, proclaman la independencia de España y nombran a Artigas como el “Protector de los Pueblos Libres”. Es quizás uno de los honores más grandes para un luchador por las libertades y las soberanías de los pueblos recibir ese reconocimiento: “Protector de los Pueblos Libres”.
Ese Artigas radical, esencialmente revolucionario, en muchas épocas ha sido incómodo para el poder de turno, basta mencionar la inauguración en 1977, en plena dictadura civil militar, del mausoleo de granito y bronce en la plaza Independencia de Montevideo.
En el momento inaugural, en un marco de falta de libertades, se eligió ubicar en las paredes solo fechas de hechos importantes de la vida de Artigas y no sus frases más conocidas porque invocaban a la libertad y a los derechos, invocaban a la república y no a la tiranía.
Esta estructura del mausoleo tiene poco que ver con el jefe de Purificación que describe el comerciante escoces John Robertson que cuando se presentó ante Artigas en busca de permisos para comerciar lo vio (invito a imaginar la escena) “sentado en un cráneo de novillo, junto al fogón encendido en el piso del rancho, comiendo carne de un asador y bebiendo ginebra en guampa. Lo rodeaban una docena de oficiales mal vestidos, en posturas semejantes, y ocupados lo mismo que su jefe. Todos estaban fumando y charlando. El Protector dictaba a dos secretarios que ocupaban junto a una mesa de pino las dos únicas desvencijadas sillas con asiento de paja que había en la choza.” Como sabemos Artigas murió en el Paraguay, alejado de su tierra, derrotado su proyecto, olvidado por muchos y despreciado por otros. Fueron treinta años en Paraguay en que logró asentarse y vivir en comunidad, cercano a humildes guaraníes que también vieron algo especial, porque lo llamaban “Karaí Marangatú”, es decir el “padre de los pobres”.
En fin, cuando escuchamos que alguien o un sector o partido decir que es “artiguista”… deberíamos pensar si será referido al Artigas del bronce y de las plazas o al Artigas que luchó por las libertades, que priorizó los más infelices, que fue el padre de los pobres; el Karaí Marangatú. Porque claramente son dos modelos distintos y tienen consecuencias cotidianas distintas.