Violencia en el deporte

Escribe Arnaldo Gomensoro

Luego de un incidente donde, al finalizar un partido con Peñarol, un hincha de Racing de Montevideo lastimara de una pedrada a un línea, el tema tomó fuerte estado público y será tratado en la Comisión de Deportes del Senado que preside el compañero José “Pepo” Nunes, en su sesión del 18 de abril.

Esta alerta se reforzó días después, cuando al también jugador de Peñarol, Maximiliano Olivera, le pasó lo mismo –incluso más grave– al finalizar el partido que perdió con Rosario Central como visitante, por la Copa Libertadores.

Sobre este asunto, se presentaron dos proyectos de ley en el Parlamento, uno propuesto por un diputado del Partido Nacional (Jisdonian) y el otro, por su colega de Cabildo Abierto (Perrone). El primero replantea muchos de los cometidos establecidos en la Ley 17.951 del 2006 de Erradicación de Violencia en los Espectáculos Deportivos, que llevó adelante el primer gobierno frenteamplista y el segundo, es –otra vez- de claro énfasis punitivista. Como si el violento, en su momento de frenesí, tuviera presente el Código Penal. Quisiéramos en esta oportunidad, sólo hacer presente algunos factores que inciden en esta problemática, sin pretender -claro está- proponer soluciones o recetas para superar el problema.

En primer lugar, la violencia a raíz de confrontaciones deportivas, no es para nada una novedad. Este año se cumple un siglo del primer suceso trágico por este motivo. Según el periodista Luis Prats, “El fútbol del Río de la Plata conoció desde temprano enojos, peleas e incidentes, pero la pérdida de la inocencia se registró un día concreto, en un sitio de Montevideo muy identificable: fue el 2 de noviembre de 1924 en la esquina de Rincón y Bartolomé Mitre. Esa noche se registró allí la primera muerte violenta de un hincha, en un episodio que involucró a los dos países: un uruguayo fue asesinado por un aficionado argentino”. Éste escapó a Buenos Aires, donde fue aprehendido y condenado.

Como vimos, tampoco es un fenómeno exclusivo de nuestro país. Y podemos agregar, que ni siquiera es sólo del fútbol. Otros deportes, generalmente colectivos, han registrado hechos de esta naturaleza. Sin ir muy lejos, en setiembre pasado, el gremio de los basquetbolistas (BUA) denunció “violencia directa y amenazas”, pidiendo personal de seguridad que proteja a los planteles, dado que en este deporte el público, si bien es menor en cantidad, está en las tribunas a centímetros de los jugadores y, vuelta y media, se agrede de palabra y de hecho, cuando no se invade la cancha.

Un tercer factor se refiere al aumento de violencia en nuestra sociedad, lo que tampoco es patrimonio de los uruguayos. Relacionado con esto, es notorio que estos hechos tienen un componente de pasión y otro de poder. Muchas reacciones violentas son provocadas porque los hinchas “se sacan” y pierden la racionalidad y el control sobre los límites en la convivencia. Se acrecientan las sensaciones de poder y de impunidad, en comportamientos “patoteriles”, bien descritos por los sociólogos y psicólogos.

Pero además, incide la creciente hegemonía de ideas individualistas y conservadoras. A diferencia de quien considera que debe llegarse a la solución de diferendos por la vía de acuerdos colectivos “con-venciendo” a los demás, el individualista visualiza que el camino adecuado es la eliminación del contrincante. De ahí a la agresión, hay un sólo paso.

Por otro lado y siguiendo a la mexicana Corina Iturbe, “El problema real es que lo que ocurre a nivel político social no sólo resulta de la actividad humana, sino de un conjunto de interrelaciones entre individuos, instituciones, relaciones, fenómenos y entidades sociales. La aportación más importante de Marx a la explicación de los fenómenos sociales fue mostrar que el comportamiento de los individuos se explica a partir de entidades sociales y no al revés”. Por eso, las soluciones de apuro o sólo centradas en el deporte ayudan, pero sólo si son acompañadas por cambios sociales importantes. Y se necesita entonces, estudios profundos y estar dispuestos a mover la hegemonía cultural, partiendo de la modificación de los “sentidos comunes”, también en el deportivo (que algunos denominan “códigos”). Por ello, en la ley promovida por los ministros Héctor Lescano y José Díaz en 2006, se debían “Efectuar estudios e informes sobre las causas y efectos de la violencia en el deporte, así como promover e impulsar acciones educativas y de prevención en la materia” Y tener la voluntad política para remover esas concepciones que, reconozcanlo, también ha colonizado a buena parte de la izquierda. Pero para ello, es necesario que se involucre fuertemente el Estado. Pues sabemos que este tipo de situaciones los privados no las pueden resolver, por cuanto hay siempre numerosos intereses involucrados. La promoción de estas situaciones de violencia, también responden a manejos de poder de múltiples actores, inclusive políticos y a la proliferación de aspectos económicos no menores. No es casualidad que Lacalle repitiera recientemente junto al Secretario Nacional de Deporte Bauzá, que “El Estado no se tiene que meter” (Búsqueda, 4.4.24 ) Repetía lo que hace más de un siglo, su correligionario Dr. Martín C. Martínez afirmaba, para negarse a apoyar la creación de la Comisión Nacional de Educación Física en la sesión de la Cámara de Diputados del 4 de diciembre de 1906. El Estado, ya desde entonces, debía ser prescindente.

Fue así que Lacalle eliminó en la Ley de Presupuesto, los artículos 15 a 17 de la Ley del Deporte, donde le daba a la Secretaría Nacional del Deporte el “Control estatal de las entidades deportivas” (Capítulo VI Ley 19.828).

Seguramente por este motivo, se ha “ninguneado” lo creado por el Frente Amplio para la erradicación de la violencia en los espectáculos deportivos y se ha omitido en este período el funcionamiento de la Comisión creada para tal fin.

A ese camino, sin duda, habrá que volver dentro de poco.

Un comentario en “Violencia en el deporte

  1. Es una muy buena reflexión puesto que la violencia se está generalizando puesto que no hay que separación entre las hinchadas

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