Sobre la campaña, la fórmula y la 90.
«Estar vivo es algo más que no estar muerto»
Allan Percy
Escribe Juan Pablo Pio Guarnieri
Planteo inicial
El 27 de octubre, el Frente Amplio (FA) se enfrenta a una contienda electoral, en un proceso de renovación de figuras de liderazgo inédito, con cierto desequilibrio en la interna generado por dos plebiscitos que suscitan diferencias sustantivas, tácticas y de oportunidad, respecto de otras elecciones, y ante el desafío de presentarle a la ciudadanía una alternativa superadora del ciclo de gobiernos progresistas previos al retroceso que implicaron los cinco años de la derecha en el poder.
Durante este último mes de trabajo surgieron ciertas reflexiones y algunos matices en cuanto a la evaluación y al encuadre de la campaña general, los que resulta necesario combinar con los énfasis de partidos, movimientos, sectores y agrupaciones que integran la mejor opción política en Uruguay, que se llama Frente Amplio.
Además de ganar las elecciones, resulta fundamental para la transformación de la realidad por izquierda, contrastar modelos de país. Para ello, nuestro compromiso ético requiere profundizar la discusión política sin miedos ni atajos; y sin desatender las contradicciones evidentes en el seno de nuestra sociedad. Esas mismas que requieren, para ser cambiadas, de reformas estructurales.
No nos da igual la desigualdad
A la militancia socialista no nos da igual la desigualdad. Ningún tipo de desigualdad. Y la hemos combatido históricamente en todas sus expresiones.
Un proyecto de izquierda genuina no se agota en un ciclo electoral ni en la consecución de un gobierno. Pero las campañas electorales constituyen una gran oportunidad para prefigurar la sociedad que pretendemos transformar.
Surgen así naturales matices de énfasis y de táctica dentro de nuestra fuerza política que, sin dudas, enriquecen el debate político, fortaleciendo la campaña general del Frente.
La Revolución es [también] de las cosas complejas
Los problemas colectivos requieren soluciones colectivas. Y esas soluciones, por la naturaleza de los problemas, son complejas.
En esta campaña nos ha costado, más que en otras, visualizarnos en la gesta de la conquista de un mundo nuevo. Existe desánimo. Nos cuestan los actos de masas. Parece que nada nos conmueve. Ni nos mueve.
Todo frenteamplista de ley que viene acompañando este derrotero desde 2004, como quien escribe, siente cierta nostalgia del acto de rebeldía que significaba votar al Frente en otros tiempos. Vivimos la crisis del 2002. Todos teníamos familiares que se iban o pensaban cómo irse eventualmente durante el exilio económico. Íbamos a un recital de la Vela Puerca y sonaba “Vuelan Palos”, con su icónica letra: “Otra vez la misma historia. Y en las páginas de un diario. Aparecen muy contentos. Los que no dejaron ser…” En 2004 ganamos. Aquel acto final. Festejamos con Tabaré. Empezaron a ir presos los represores. Llegaron la Reforma Tributaria y la de la Salud. Ganamos la Copa América. Perdimos la anulación de la Ley de Caducidad. Casi todas eran buenas noticias por aquel tiempo. Nos acostumbramos a ello, lo naturalizamos. Y ahora siento que focalizamos la idea de progreso en las condiciones materiales, sin ahondar un poco más en el sentido colectivo y político del proyecto, en sus causas y sus razones y también de la propia vida. Perdimos la épica, y con ella el contacto con la realidad. Dejamos un país muy diferente al del 2002, pero de eso ya ni nos acordamos. Y yo siento, personalmente, que le falta eso a la campaña. En parte, creo que todos nos sentimos un poco más espectadores y menos protagonistas. Y he allí el desafío en las semanas que nos quedan. Estamos a tiempo de lograrlo. Tenemos todo para hacerlo. Aun ganando, hay muchas maneras de vencer.
Uno puede tener la sensación de que las estrategias electorales se guían cada vez más por lo que dicen los estudios de opinión pública. Y, si bien la lectura de la realidad es un insumo imprescindible, no puede condicionar la totalidad de nuestras acciones. Para ser más claros: me resisto a plantear solo las cuestiones que parecen suscitar acuerdos evidentes. Las ideas más desafiantes nunca son mayoritarias en su origen, pues los límites suelen ser más nuestras propias limitaciones. Nuestra campaña no puede reducirse a esto.
Otra sensación vox populi es la famosa corrida hacia al centro, un centro que no existe y que, de ser tal, debe ser politizado. Es una trampa. El premio al buen centrista se ganaría renunciando a la confrontación, pero el conflicto nunca es el problema, sino su abordaje. El centro como punto de acuerdo no es el problema sino su definición como espacio político por el que se pelea. Para ser de centro, se deben compartir las razones de la parte poderosa del conflicto. El centrista tiende a enterrar un poco más los temas políticos bajo soluciones pseudo técnicas. ¿Cuál es el centro en el acceso a derechos fundamentales como vivienda, educación, trabajo y jubilación justa? La politización de la sociedad es tan importante como la socialización del Estado y la radicalización de la democracia. Y el gobierno es válido si implica un paso hacia la meta final. El centro de la estrategia sigue siendo la sociedad. Además de ganar las elecciones, importa la orientación de las políticas públicas. De aquí la importancia de los equilibrios internos en un futuro gobierno.
El PS tiene un rol a cumplir en una discusión pública que pretendemos más ideológica y menos pragmática, en el marco de la campaña general. Presentar una alternativa superadora y creíble frente al orden existente —superadora de la administración de lo que hay de un modo más humano— consiste en explicitar la necesidad de cambiar el eje de discusión sobre la transformación de privilegios en derechos. Lo hemos dicho siempre: la libertad no puede ceñirse a la necesidad. Eso no es libertad. Porque no hay libertad sin igualdad.
Mientras recorremos el país, encontramos la necesidad de un debate más profundo en campaña, en términos de valores de igualdad y libertad, tan relevantes como la honestidad. Una discusión ética, más que estética. En este sentido, la campaña por el plebiscito de la seguridad social, que hemos promovido desde el inicio, viene representando una gran oportunidad para contrastar modelos y poner el foco de la discusión en cómo se distribuye el peso en nuestra sociedad. En explicar cómo nuestra sociedad es más rica, crece, pero es más desigual. En evidenciar las contradicciones estructurales de un sistema injusto.
Finalmente, la pregunta de qué hay que hacer está estrechamente vinculada con quién lo va a hacer. Y por eso es relevante el sano equilibrio interno ahora en octubre. El PS, otra vez, con 114 años de historia, fundador del Frente, cantera inagotable de cuadros políticos, viene a hacer su aporte a la construcción del triunfo electoral. Audaz, crítico, mirando con luces largas por aproximaciones sucesivas, fuera de la lógica bipolar y electoralista, capaz de ver la realidad y enfrentarse a ella, sin nostalgias, con foco en el proyecto, además de nuestra identidad, porque queremos y nos entusiasma el futuro de una construcción de un país distinto.
Hasta la victoria, siempre. ¡Volvemos!