La tolerancia represiva y el grillete de la autocompasión

Escribe Sebastián Sansone | CS Vivian Trías

La tolerancia es una postura que viene de la mano de la cuestión de la ofensa y el qué hacer luego. Es aguantar el colocar la otra mejilla, es dialogar o es avanzar en un conflicto. El problema de la tolerancia es su valor sobredimensionado basado en una equivocación: la tolerancia no debe ser sumisión, debe ser el paso hacia la acción. La tolerancia represiva es un concepto de Herbert Marcuse y como tantos peleadores intelectuales le daba caza situación al hombre unidimensional, el estanco compartimiento mental en el cual el confort es la guía y nos impide no preguntarnos cosas. La tolerancia represiva es el sostenimiento racional de una estrategia que buscará, eventualmente una reconciliación, por eso se tolera una ofensa. Pero cuando el enemigo es un enemigo no debe haber tolerancia (Pasiva).

En psicología y psiquiatría se ha diagnosticado y masificado, por ejemplo, el concepto de tratamiento: hay que tratar a los privados de libertad y la literatura se ha encargado de reinsertar a personas que no necesariamente estuvieron insertas. La falla en el análisis práctico es que no está claro si es la estructura la que empuja o es el sujeto. Vemos, no obstante, que hay una estructura que empuja al sujeto a hacer ciertas cosas que luego reproducen la estructura. Por lo tanto, cuando la tolerancia es tan fuerte nos volvemos una oposición “tan sana”, tan lamentablemente parsimónica que el ciudadano no involucrado en política, solo ve el conflicto en los aspectos políticos y termina con una sentencia muy complicada: “todos los políticos son iguales”.

El punto clave de los efectos de la tolerancia es generar oposición responsable. Mostrar lo «sano», pero esconder la critica sustantiva de esa estructura modélica que guía nuestro pensamiento, el capitalismo egoísta a la uruguaya.

El problema ideológico

Como un sistema ordenado de saberes políticos, económicos, sociales, culturales, de valores éticos y estéticos, morales, etcétera, la ideología afecta nuestro comportamiento de forma sustantiva. Estamos atravesados de ideología y en el Uruguay la ideología dominante es marcadamente capitalista.

Se sabe desde hace muchísimo tiempo que los medios de comunicación, cualquiera sean estos, son clave a la hora de construir opinión y de establecer una ligazón coherente en cualquier sistema social, y con coherente me refiero a sin conflicto. Para que no haya conflicto cualquier situación que pueda llegar a devenir en un acontecimiento problemático o bien se maquilla o bien se omite, no dándole minutos al aire, prensa, etc. Sin embargo, no podemos obviar que los medios de comunicación no dejan de ser medios de producción de ideas, por lo tanto es esperable que el llamado blindaje mediático corra a favor de defender los intereses de la clase dominante uruguaya. Acá hay que hacer la distinción, como siempre, entre el periodista de a pie, que es un trabajador, y la línea editorial de cual o tal medio, que es la cadena de transmisión de ideas que condiciona el accionar periodístico. Es esperable, entonces, que el contenido mediático vaya en línea opuesta con las propuestas ideológicas de la izquierda pues la izquierda como concepción filosófica del mundo ofrece un resistencia en un plano mental, racional y crítico, y en un plano sentimental, el más peligroso de todos porque es esa pasión la que mueve a las masas. De aquí que si hay una bomba, debe ser desactivada mediante la seducción del consumo que suple la pasión revolucionaria por la satisfacción hedonista.

Es en este punto en el que nos encontramos con una situación conflictiva y es que la crítica actual se esmera simplemente en reproducir los porqués ya firmados y confirmados en el documento de Balance y autocrítica; es decir, es una crítica del pasado pero carente de un llamado a la acción colectiva transformadora. La carencia de la acción tiene una base profundamente ideológica en la medida en que se nos ha colado el capitalismo y lo hemos aceptado como parte de nuestras vidas. Sin embargo, no le hemos encontrado la vuelta para lograr explotar las propias contradicciones del sistema para cambiarlo desde adentro, realizando un ejercicio dialéctico serio. Recordemos aquella frase con la que cierra el Manifiesto: “La burguesía produce sus propios sepultureros. Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables”

La parálisis de la crítica

En este último tiempo hemos estado transitando un duelo muy particular, el duelo de perder unas elecciones nacionales después de tanto tiempo. El análisis pormenorizado de la derrota electoral quedó plasmado en aquel documento de balance y autocrítica que firmamos las y los frenteamplistas en diciembre de 2020.

El dolor es entendible pues por más o menos 30.000 votos la coalición de derecha obtuvo el gobierno nacional y, a cuatro años de asumir, los estragos de la gestión desde y para las élites queda patente en las últimas cifras dadas sobre pobreza en general e infantil en particular; sobre la baja del salario real; sobre la instalación de narcotraficantes de peso; los vínculos del Ejecutivo con el crimen organizado, entre otras. El enemigo de clase vino a por todo y comenzó su gestión celebrando superávit fiscal en plena pandemia sanitaria mundial. El mensaje es bien claro: vinieron a por todo…y a toda costa. El presidente Dr. Luis Lacalle Pou fue muy claro y sin tapujos en un programa televisivo conducido por Facundo Ponce de León, cuando manifestaba su conducta como político en comparación con su padre Luis Lacalle Herrera: “En términos de ética, la manzana cae cerca del árbol”.

Claro está que pongo los apellidos de esos participantes debido a la situación de reproducción de clase que existe y cómo todo al final lleva a un grupo reducido de poder cuya lógica de funcionamiento tiene clarísimo tenor nobiliario.

Todo lo anterior parece evidente y sin embargo ¿qué nos falta para pasar a la acción? El documento de “Balance y autocrítica” aparentaba ser un cierre satisfactorio a la búsqueda de nuestros errores de cara a una campaña a sabiendas sucia debido a quién era nuestro rival electoral. Sin embargo resultó ser un documento disparador para las catarsis de las y los frenteamplistas; lamentos que no paraban de aparecer, la autocompasión desmotivante y desmovilizadora que, en parte, ha desviado la atención a lo que verdaderamente tiene que ser criticado y es a los enemigos de clase; no logramos comenzar, y acaso si la comenzamos consensuar una crítica seria y en pie de cañón hacia el elenco gobernante acerca del daño que le hacen al pueblo.

La llave para escapar

No ayuda en nada la cuestión de la falta de espacios para discutir ideas. Cuando en las recurrentes reuniones los discusiones se estancan en informes o en situaciones puntuales respecto a personas se está obviando y caricaturizando el concepto de crítica. La crítica real pasa, en un primer lugar, por entender el lugar en el mundo que nos ha tocado estar que es el del proletariado, y con esto entender la situación fundamental de empuje permanente por el cambio social. Va más allá de la contienda electoral, por supuesto, pero van en paralelo.

La crítica profunda al sistema y con toda la complejidad que esto representa, es la llave para abrir el grillete y escapar de la misma lógica que tiende a mantenernos quietos y en el molde. Es el comienzo de la transformación de la realidad a partir de una transformación reivindicativa, de volvernos a colocar en la posición material y objetiva que la historia nos ha preparado.

El Frente Amplio es la llave para escapar de la lógica de dominación y de la humillación que se nos ha planteado como normal en estos últimos años. Frente tiene la enorme tarea de volver a ser gobierno, pero no bajo cualquier costo. Tiene varias tareas para lograrlo, como aquel famosísimo Hércules de Grecia. Una de las más importantes es reconquistar el pensamiento de la militancia con la reincorporación de la ideología combativa basada en la lucha de clases y otra, por supuesto, con una reconquista de las pasiones y emociones de la militancia. No todo tiene carácter racional: si no se mueven los espíritus difícilmente se muevan los cuerpos.

La parálisis de la crítica es problema de cualquier militante. Todos a partir de nuestro boca a boca deberías tender a romper el esquema lógico de “lo normal”. La crítica paralizada es uno de los factores más atemorizares porque sin crítica profunda no podemos hablar de cambios reales en el futuro.

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